Miami,
11 ene .- El ronroneo de un gato robot y el suave ladrido de un perro de la
misma clase han convertido en una eficaz terapia para aliviar la ansiedad y
soledad de los inquilinos de una residencia de la tercera edad en el estado de
Florida (EE.UU.).
La
residencia Palace Gardens, en la ciudad de Homestead (sur de Florida), decidió
hace un año adoptar como terapia para residentes con enfermedades como el
Alzheimer un gato y un perro robóticos con apariencia real,
Esta
medida ha resultado ser beneficiosa para los más de 90 residentes de este
centro, algunos de los cuales ya cuentan hoy con sus propios animales
artificiales, comprados por sus familiares.
"Mi
madre tiene demencia y es difícil para ella articular lo que quiere decir. Se
siente nerviosa y frustrada. Cuando le dimos uno de estos animales se calmó
inmediatamente", asegura Barbara Brunet, hija de una de las residentes.
Al
ver la "magnífica" reacción de su madre, Barbara decidió comprar un
gato y un perro robóticos para que su madre pudiera centrar "toda la
atención en el animal", y familiares de otros residentes en Palace Gardens
siguieron su ejemplo.
Comprobó
enseguida el efecto tranquilizador: "el gato ronronea, y ella lo sujeta y
lo abraza. Se siente mucho mejor, la excitación se va enseguida. No se si mi
madre se piensa que es un animal real", se cuestiona.
A
media mañana, en una de las salas de este centro, un grupo de residentes en
corro centran la atención en una pelota de grandes dimensiones que tienen la
misión de atrapar y pasar a otro compañero.
En
la sala de al lado, en cambio, el escenario es más calmado: los residentes se
sientan alrededor de mesas donde entre objetos sensoriales y rompecabezas
reinan ahora perros, gatos y muñecas que acaparan el interés de muchos de
ellos, y a los que se aferran bien fuerte.
Un
aura de delicadeza invade la sala, mientras dos mujeres acarician a un gato de
pelo gris que mueve la cabeza con una intensidad proporcional al estímulo que
recibe.
Sus
miradas no se despegan de ese pelo gris y su rostro complaciente se combina con
caras de sorpresa cada vez que el gato emite algún sonido o hace un movimiento
más brusco de lo normal.
Aunque
la cara de sorpresa es aun mayor cuando, al no ver a los animales durante un
rato, las terapeutas vuelven a ponerlos sobre la mesa.
"Cada
vez que los ven se sorprenden. Les aporta ese sentimiento de sorpresa",
afirma Jennifer Almodóvar, terapeuta y directora de las actividades de
tratamiento de la memoria del centro.
Los
perros, que tienen la apariencia de Golden Retrievers, también responden al
sonido y al tacto, y al acariciarlos se dan la vuelta y ladran, además de tener
un latido simulado.
"Hay
muchos momentos en los que algunos residentes se ponen nerviosos e inquietos,
pero cuando les traemos los gatos y perros se calman, y tienen algo en lo que
centrarse", asegura la terapeuta.
A
su juicio, "es como si volvieran a tener esa compañía que un día tuvieron
a lo largo de su vida".
Del
mismo modo que con los animales, en esta sala también se reviven sentimientos
ahora olvidados, en este caso el instinto maternal, gracias a muñecos en forma
de bebés.
"Muchos
de los residentes tuvieron hijos en su día. Cuando ven a los muñecos, inmediatamente
tienen ese instinto de cuidarlos y sólo quieren agarrarlos", asegura
Almodóvar.
Si
la terapeuta sujeta del revés a alguno de estos muñecos, más de un residente
pondrá el grito en el cielo: "¡Cuidado que le harás daño!".
Sin
necesidad de limpiarlos y llevarlos a pasear, "cosa que los residentes no
podrían hacer", estos animales robóticos, así como los muñecos, hacen más
placenteras las horas de estas longevas personas del sur de Florida. EFE
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